24.6.12

Poética, técnica, lector


Es inútil intentar aislar la función de cualquier figura sin una comprensión previa del poema como totalidad. Así como partimos de una noción de poema ideal, también consideramos una comprensión específica del poema, es decir, suponemos un lector para el cual el poema se encuentra en un horizonte significativo, ya sea por una tradición histórica, una herencia de lenguaje, etc. Afortunadamente, sólo podemos leer una cantidad limitada de poemas, del mismo modo que el extranjero no puede reconocer las señales de nuestro alfabeto ordinario sino después de un trabajo de aprendizaje. Un lector ideal es un delirio fantástico que no quisiéramos concebir; su realidad sería una desgracia torpe.

(Santiago Pintabona / Luciano Lutereau, Repetición, variación y divergencia, Bs.As., Pánico el Pánico, 2009)

22.6.12

Selección Artola


las miradas

Cuatro o cinco miradas por semana
cosecho si el sol se pone bueno
y el aire endulza el matiz de la rutina
con su alfanje de tibios remolinos.
No me espera otra medalla
ni un sostén de agitaciones más vibrantes.
Cuatro o cinco miradas por semana
que suben por mi barba y me acarician,
besándome en los ojos tiernamente.

*

hermana noche

Hermana noche,
la de menudo paso,
estoy sudando el vino
sobre tu cuerpo
enorme y oscuro,
penetrado de voces abismales,
acosado por los perros
de la espera.
Recógeme en tu negro manto
antes que amanezca
y vuelvan
los brillos del metal.
Apresúrate,
hermana noche,
que tiran de mi piel
y a tumba llaman.

*

lo que fuimos, lo que somos

                      Y un golpe, no de mar, sino de guerra,
                      que destierra los ángeles mejores
                                                            Blas de Otero

Aquéllos que alguna vez tuvimos la ilusión
de haber sido felices,
los que fuimos a misa los domingos,
los que nos manifestamos en la Plaza,
aquéllos que amábamos a una sola mujer
y nos parecía bien,
éstos que somos,
éstos que cuando nos preguntan la edad
decimos treinta y cinco
como si fueran veinte
o cincuenta,
ahora escuchamos Chopin
por la mañana
y escribimos poemas
cuando Ella se deja.

Mataron a compañeros muy queridos,
sabemos que la vida enloquece noche a noche
entre insurrecciones y agonías
y nos enamoramos sin pudores
aunque sea en silencio.

Somos los desterrados del caos,
el pato de la boda
que no se dejó comer,
la resaca de los viejos sueños,
nuestra única propiedad privada
sobre la que fundamos los nuevos,
más lúcidos,
más personales,
para no morir
sin haber visto
nada.

*

plegaria

No me abandones
pasión unilateral
flama del olivo
carne y sangre
de mi carne
noticia de luz
en mi cobija de sombra.
Te espero
en este banco de niebla
con una bujía en la mano
para que me reconozcas.
Y si no llegas
por lo menos suéñame
o déjame soñarte
que es casi lo mismo.

(Raúl Artola, Antes que nada, poemas (1976-1986), Viedma, Fondo Editorial Rionegrino/Eudeba, 1986)

20.6.12

Selección Lo Coco

oración matinal

arriba el sol su busto
el general el general
me conoce y vela por mí

reverencia

gracias por este día

que no me chupan
los colchones

*


la señora: "mujeres hay en todos lados"

gorda y majestuosa
la vez que
salía del Boston
la llave en la mano
ahí, ¿era entonces
mi mamá?

no olvides la misión, varón

yo                   limusín
por todos los muditos

que no te vea mañana yo
te conozco: hay trabajo
y esa chica
nunca te convino

*


para consolar a Verónica Castro

estoy tan así
me va a dar mate
alergia
y chocolate

erizo como la gata
papá:
¿a vos te pasó lo mismo?

venite un día
y tomamos un café
en la semana

*


orgullosa secretaria

¿ahora soy general?
¿el partido ees un plomazo?
no más mochín
salame queso y golazo

sí firmo
como está la situación

me dan vaca pasto y alambre

*

player 2: ready!

macramé, mi lady
encerramos al burro
al pato no todavía
en el sótano

cuando tengas miedo
rezá con coraje
esta oración a mi padre:

                                   san martín de montecatini
saltando alambres de púa
alcanza el tren
sí llega
tiene dos hijos

*


primer rayito de sol

el pato, otra vez
viene y me llena el cuarto
de arena

no hay que tenerle miedo, me acuerdo
en un descuido podría robarme
la bondiola del armario

mi burro se descascara
me dice
                 amarillo es el color de los putos

*

visita

laotsé en el cuarto:
musa en la misión
parsec, caripela
vendé camionetas

yo            tranqui
mascota de pasto

*

remise despedida

indique su destino

afuera
en andas
pechito con pechito sin rumbo
ni destinación
hay otra casa
off.

(Mauro Lo Coco, niño cacharro, Bs. As, Zindo & Gafuri, 2010)

15.6.12

Selección Andersen

I - La historia del espejo del diablo y sus añicos

     CIERTO DÍA, UN DUENDE muy malo, el peor de todos, puesto que era el diablo, estaba muy contento porque había preparado un espejo que tenía la propiedad de que todo lo bueno, bonito y noble que en él se reflejaba desaparecía, y todo lo malo, feo e innoble aumentaba y se distinguía mejor que antes.
     ¡Era una diablura malvada!
     Los paisajes más hermosos, al reflejarse en el espejo, parecían espinacas hervidas y las personas más buenas tomaban el aspecto de monstruos o se veían cabeza abajo; las caras se retorcían de tal forma que no era posible reconocerlas, y si alguna tenía una peca, ésta crecía hasta cubrirle la boca, la nariz y la frente. "¡Esto es lo más divertido de todo!", decía el diablo.
     Había algo peor todavía. Si uno tenía buenos pensamientos, aparecía en el espejo con una sonrisa diabólica, y el peor de todos los duendes se reía, satisfecho de su astuta invención. Los alumnos de su escuela --pues tenía una, en la que él era el profesor-- decían que el espejo era milagroso, porque en él se podía ver --afirmaban-- cómo eran en realidad el mundo y los hombres. Lo llevaron a todos los países y no quedó ningún hombre que no se hubiese mirado en él y que no se hubiese visto completamente desfigurado. Pero los diablos no estaban satisfechos. Quisieron llevarlo al cielo para burlarse de los ángeles; pero cuanto más subían, más muecas hacía el espejo y más se movía, y casi no lo podían sostener. Subieron y subieron con su carga, acercándose a Dios y a los ángeles. El espejo seguía moviéndose; se agitaba con tanta fuerza que se les escapó de las manos y cayó a la tierra y se rompió en más de cien millones de pedazos.
     Pero entonces la cosa fue peor todavía, porque había partículas que eran del tamaño de un granito de arena y se esparcieron por todo el mundo, y, si caían en el ojo de alguien, se incrustaban en él y los hombres lo veían todo deformado y sólo distinguían lo malo, porque el más pequeño pedazo conservaba el poder de todo el espejo.
Lo terrible era cuando una partícula se incrustaba en el corazón de una persona, porque se convertía en un pedazo de hielo. Algunos hicieron cristales de lentes con los trozos que se encontraron, pero fue espantoso. El que se ponía los lentes veía todas las cosas transformadas en cosas tristes y desagradables y ya no podía ser feliz.
     El diablo se desternillaba de risa viendo lo que habían hecho sus discípulos. Se reía tan a gusto que su gordo vientre se agitaba, y no se cansaba de felicitar a sus alumnos.


(La reina de las nieves (En siete cuentos), Hans Christian Andersen, Cuentos, Ed. Noguera, 19...)

11.6.12

Selección Muñoz

Serenata

Mis veintinueve años están sufriéndose
yo diría que nervio por nervio,
tengo aún el recuerdo de mis
profesores diciendo:  No es que no sea inteligente...
Mi maestro de violín viniendo por Artigas
como un gran Eisenjauer::  --La si la re la
                                         no la si la sol fa...
Y otra vez una maestra a lo largo de los años
quitándome los dátiles,
quitándome el vasito de plástico plegable,
hiriendo mi manual estrada tan falto de colores,
tan falto es cierto de que yo entendiera una sola letra
de esas atroces batallas, del rostro inexpresivo de don
Cornelio Saavedra, que tanto, tanto me ha costado calcar,
de Miguel y María, sujetos a la campana del recreo, como
sujetos a una soga de dios.

Mis veintinueve años encontrados a la vuelta
de la alegría, indoloros al ministerio como viene
indolora la poesía en los pizarrones negros.
Mezclándose en mi cabeza Baudelaire y la pampa húmeda,
la universidad y el "tablao del lacio",
recurriendo a la guitarra como si uno recurriera
no sé a qué, a lo fatal,
a la mendicidad,
a la desprotección.

Seguros indudablemente que el cero
es una reprobación de nuestro infinito
y el diez la exaltación de los valores del hombre,
y el que tuviere siete, ahí anda,
y el que cinco, mediocre,
el que falta... no se entera.

Cómo hacer entonces cuando se ve a los
hijos de los amigos o a los hijos simplemente,
que lo único que tienen por delante es la creatividad,
que si es masilla, es el don,
que si es un lápiz, es el don,
que si cantan o bailan o preguntan
o hacen que son otra cosa
es el don,
y paralelamente a ello un guardapolvo
les hace blanco el don, los pupitriza heroicamente
hasta que con el tiempo se hacen lo que vaya a saber
quién quiso que sean...
Raro milagro desobedecer,
muy raro milagro


*

Folklore

Cuanta más escuela
más secuela, mayor gravedad,
más distancia, se guarda el polvo.

Cuanta más educación
más educa acción, menos saber,
mayor velo,
menor vuelo.

Cuanta más medicina
mayor contrabando ontológico,
menos salud.

Las penas son de nosotros,
las vaquitas son
ajenas.

*

Siempre es mejor no morir
y cada uno no muere
como puede.


(Alberto Muñoz, Terra Balestra (1976-1982), Bs. As., Un Tigre en el Establo Editor, 1985)

10.6.12

Selección Gonzélez

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca).
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreir,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
--de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso--;
                                               entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Angel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando --luego-- callas...
(Escucho tu silencio.
                               Oigo
constelaciones: existes.
                                  Creo en ti.
                                                  Eres.
                                                          Me basta).

*

Mientras tú existas

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz --cualquiera...
                                       Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora,
amada
mía,
transido de distancia,
bajo este amor que crece y no se muere,
bajo este amor que sigue y nunca acaba.

*

Carta

Amor mío:
                      el tiempo turbulento pasó por mi corazón
igual que, durante una tormenta, un río pasa bajo un puente:
rumoroso, incesante, lleva lejos
hojas y peces muertos,
fragmentos desteñidos del paisaje,
agonizantes restos de la vida.

Ahora,
todo ya aguas abajo
--luz distinta y silencio--,
quedan sólo los ecos de aquel fragor distante,
un aroma impreciso a cortezas podridas,
y tu imagen entera, inconmovible,
tercamente aferrada
--como la rama grande
que el viento desgajó de un viejo tronco--
a la borrosa orilla de mi vida.

*

Todo amor es efímero

Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
                                                                       mi vida
entera.


(Ángel González; A todo amor. Antología personal, Madrid, Visor Libros, 1997)