31.1.08

Hacer una película.

I.
Sobre todo cuando me llevan a la sala de rayos x me siento como un objeto, una cosa. La sala, de luces frías, parece Mauthausen o una sala da masajes. Me dejan semidesnudo en la camilla; del otro lado de los cristales, médicos de batas blancas hablan de mí, fuman, me señalan unos y otros con gestos que veo y palabras que no oigo. Los parientes de los demás enfermos pasan junto a mí, por el pasillo, me miran semidesnudo: miran a un objeto. O bien por la mañana estoy acostado en la cama con los tubos en la nariz, la aguja de la intravenosa clavada en la muñeca y las mujeres de la limpieza que arreglan la habitación, una de este lado y otra del otro lado de la cama, hablan por encima mío. Una dice: "Tienes que ir a San Giovanni, enseguida después del arco, a la izquierda. Te ahorras el doble". La otra precisa: "¡Pero de vaqueta!". "No, de gamuza. ¿Te acuerdas de los zapatos de mi hermana en el casamiento de Pilade?" "Sí. ¿No eran de vaqueta?" "¡No!, ¡eran de gamuza!"
Por la noche, los pasillos están llenos de flores, flores, flores, que sacan de las habitaciones de los enfermos, como en un cementerio. Las luces tenues: en la sombra, cuando abres los ojos, ves una cabeza que flota en el aire iluminada por debajo como en las viejas películas de terror. Son las monjas y las enfermeras que tienen una linterna eléctrica con la luz debajo para iluminar los termómetros, para poder mirarlos.
Las caras que flotan se deslizan a lo lejos por los pasillos, silenciosas. A veces, las monjas te ponen las inyecciones sin despertarte, como sicarios de César Borgia; después, las ves de espaldas huyendo en la oscuridad.

A veces me siento fulminado por imágenes que estallan en absoluto silencio delante mío. En ese momento no te das cuenta, te parece que no has visto nada, pero después de un rato tienes como el recuerdo de que algo ha pasado, que has visto algo, y te quedas extrañado y perplejo preguntándote: ¿qué era? ¿Y de dónde viene? El otro día, por ejemplo, antes de que el médico palidísimo me trajese a la clínica en su auto a gran velocidad, estaba tranquilamente hablando por teléfono cuando de repente vi un huevo pequeño puesto encima de un tul de confites: un huevito de la buena suerte, para ceremoniales. Este huevito daba vueltas sobre una superficie negrísima, granulosa, que palpitaba. Después desaparecía. Buscaba el huevito pero me pasaba por delante de los ojos una pared oscura, como el interior de las fauces de un monstruo. No parecía que el huevito se hubiese roto porque la pared era blanda, cenagosa.

Siempre estoy pensando en la película que tengo que filmar. Probablemente la película necesita una nueva incubación; ese huevito tiene que crecer. ¿Y entonces?

(Federico Fellini, Hacer una película, Perfil Libros, 1998)

17.1.08

Profesional, aficionado

Y sin embargo, un cuarto de siglo no es poco. Por lo pronto, al igual que el mono de "Informe para una academia", cómo aprende uno con tal de proponérselo, o de que lo fuercen. Se termina por conocer la diferencia entre aficionados y profesionales. Entre los que se permiten no ver la precariedad de sus logros, y los que escriben el poema, advierten su insuficiencia, respiran hondo y vuelven a zambullirse. Y se aprende a ser constante (constante, no rutinario), a saber cada vez menos por qué se hace lo que se hace, y a acentuar la convicción de que no se puede hacer sino lo que se hace. Y lo supremamente difícil de garantizar: que el poema logró una coincidencia entre lo que nuestra mente ve en él y lo que los ojos leen.

16.1.08

Lector

Demostración, vía W. Stevens. El que lee (The reader), se sienta con un libro, "pero como un libro / de páginas sombrías". El libro, excusa para reconocer lo que él ya sabe de antemano. No absorbe pasivamente todo lo que el objeto libro le propone, pero vive esas emociones como una celebración interior. Amparándose en la lectura, sus propias emociones llegan a desenvolverse plenamente.



(Girri, El motivo es el poema, Corregidor, 1976)

13.1.08

Imaginación, ciencia

La ambigüedad de la naturaleza, la realidad, cantera donde la poesía extrae su goce, dicción, procedimientos. La imaginación aplicada a reconocer, desentrañar, gozar esa ambigüedad. La lucidez, advirtiendo a la imaginación: no tiene ésta por qué ser, fatalmente, pródiga, descontrolada; al revés, los resultados convencen cuando el tono de la imaginación es ascético, forzadamente empobrecido. Como se dice que debe ser la imaginación en la ciencia.


(Girri, Diario de un libro, Corregidor, 1972)

11.1.08

Selección Marcial


Quintiliano, maestro máximo de la juventud inconstante,
gloria de la toga romana, Quintiliano,
que me apresure a vivir, aunque pobre, y no inútil por la edad,
permítemelo: nadie se apresura lo suficiente a vivir.
Lo aplaza quien desea superar la fortuna paterna
y abarrota su atrio con excesivas estatuas.
A mí, un hogar y un techo que soporte los negros humos
me complacen y una fuente viva y la hierba silvestre.
Tenga yo un esclavo satisfecho, una esposa no muy sabia,
una noche con sueño, un día sin pleitos.


(Marcial, Epigramas, Libro II, XC, Plaza & Janés, 2001.)

10.1.08

Lo malo, lo bueno

No que el mal poeta sea enemigo de la poesía. Es ajeno.
Enemigos: prisa y vacilación; inquietud ante lo inasequible; lanzarse hacia lo que se va entreviendo, en vez de graduales avances, etc.


***


Digresión muy común. ¿Qué pudo ocurrir en nosotros de haber sido nuestros poemas verdaderamente notables?
El poema, en todo caso, siempre asegura lo que no cumplirá; mortal, promete inmortalidad. Y también: Aun el buen poema, como el hombre sabio del Eclesiastés, muere lo mismo que el poema necio.


(Girri, El motivo es el poema, Corregidor, 1976)

9.1.08

El profesional, el aficionado

Con la esperanza de hacerse notar, el aficionado apela a cualquier recurso. Entra a la carrera, tropieza y patea donde otros ponen el máximo cuidado.
En su andar en puntillas, prudente, y hasta temeroso, el profesional quiere despersonalizarse, ser ese que ve y procura exponer en lo escrito. Al ir perfeccionándose, menos y menos atiende a la forma personal de decir, y acentúa su mirada en los problemas de lo que ambiciona decir. Aprendió que ningún poema fue escrito jamás to be different.


***


El aficionado habla de más. Se delata de continuo al querer exhibirse, afirmar como paradigma de la personalidad: él es lo que hace, hace lo que es.
El profesional, sinónimo de doble vida (Benn), no dejándose tocar sino por lo que hace; el resto es lo anodino, privacidad gris: permanece quieto, exteriormente se conserva metido en sus propios límites. Nunca la tonta alegría en que el aficionado acostumbra a estallar.



(Girri, El motivo es el poema, Corregidor, 1976)