10.6.12

Selección Gonzélez

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca).
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreir,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
--de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso--;
                                               entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Angel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando --luego-- callas...
(Escucho tu silencio.
                               Oigo
constelaciones: existes.
                                  Creo en ti.
                                                  Eres.
                                                          Me basta).

*

Mientras tú existas

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz --cualquiera...
                                       Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora,
amada
mía,
transido de distancia,
bajo este amor que crece y no se muere,
bajo este amor que sigue y nunca acaba.

*

Carta

Amor mío:
                      el tiempo turbulento pasó por mi corazón
igual que, durante una tormenta, un río pasa bajo un puente:
rumoroso, incesante, lleva lejos
hojas y peces muertos,
fragmentos desteñidos del paisaje,
agonizantes restos de la vida.

Ahora,
todo ya aguas abajo
--luz distinta y silencio--,
quedan sólo los ecos de aquel fragor distante,
un aroma impreciso a cortezas podridas,
y tu imagen entera, inconmovible,
tercamente aferrada
--como la rama grande
que el viento desgajó de un viejo tronco--
a la borrosa orilla de mi vida.

*

Todo amor es efímero

Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
                                                                       mi vida
entera.


(Ángel González; A todo amor. Antología personal, Madrid, Visor Libros, 1997)

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