12.1.07

Disposición

Epicuro contó que en la muerte el alma se disuelve y la conciencia se extingue, y así, al encontrarnos privados de conciencia, el estado de muerte no nos atañe. Igual en un poema; cuanto ponemos en juego se ha extinguido o disuelto para que la poesía se produzca. Lo que en nosotros muere no nos concierne, y sí lo que existe a raíz de esa muerte.

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No exclusivamente lo escrito, no lo que se era al escribir, no lo que uno pudo, no lo que el fantaseo hubiera querido. Rendir cuentas de los abandonos, asesinatos, olvidos a sabiendas que se cometieron para entregarse al viaje de la existencia, donde se mira fijo adelante, nunca a uno u otro lado. Pero advertir cómo de nada de lo hecho se dio cuenta enteramente, y nada fue sacrificado sin remedio. Y lo irrefutable: todo retorna, retornará, poco importa bajo qué aspecto.
¿Y cómo será? ¿Enfrentamiento con la legítima imagen de uno mismo? ¿Cuál, la compuesta con lo heredado, la imagen que se desecha, sustituyénbdola por la de lo adquirido y vuelto --finalmente-- a aceptar?
¿La imagen que asomó detrás de lo hecho, recriminándonos tanta pobreza?

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Vocaciones en apariencia no muy sólidas dando lugar a Obras. Vocaciones, a todas luces inapelables, torturantes, reflejàndose en productos menores.
Una vocación no cuenta, siempre, paralelamente, con las energías que sus visiones exigen.

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La observación, como centro.
La invención, como testimonio objetivo del trabajo.
La aptitud para mirar, como decisiva en la actividad de la imaginación.

(Girri, El motivo es el poema, Corregidor, 1976).

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